Un gobierno de Ollanta Humala Tasso será, sin dudas, una tragedia: todos conocemos cómo acaban las dictaduras populistas, y ésta no será la excepción. Cuando los progres y “caviares” se den cuenta del bodrio que apoyaron dirán que la alternativa era peor. Ese libreto esta cantado.
Lo que no está sopesado, me da la impresión, es lo que significará este nuevo ejercicio en la vida de millones de peruanos, aquellos más necesitados de trabajo, infraestructura e inversión, justamente los más olvidados. Los cínicos dicen que no tienen nada, que nunca tendrán nada. Eso es, sencillamente, falso. Hoy, después de veinte años un marco económico estable y diez años de un ambiente político medianamente auspicioso para las inversiones y el emprendimiento, todo peruano tiene la oportunidad del desarrollo más cerca que nunca a su realidad. Y esto, meditemos, es extremadamente importante.
Cualquiera interesado en revisar la historia del desarrollo económico -es decir, sobre el porqué, el cómo y el cuándo se pasa de niveles altos de pobreza y desigualdad a sociedades con estándares de vida adecuados, dotadas de infraestructura, servicios y una poderosa dinámica empresarial- podrá observar que el proceso es uno que requiere al menos tres claves esenciales: primero, un modelo donde los aspectos positivos sobrepasen a los negativos; segundo, consistencia en la aplicación del modelo (mejor aún si el mismo se perfecciona vía reformas durante el proceso); finalmente, paciencia. No existe un ejemplo de desarrollo inmediato. Nunca ha ocurrido; nunca ocurrirá. Estados Unidos, Europa, Japón y los ejercicios asiáticos tomaron décadas, al menos cuatro para reducir significativamente sus niveles de pobreza. Nosotros hemos reducido en 42% nuestros niveles de pobreza en tan sólo diez años! (de 54% en el 2001 a 31% en el 2010).
Para el progresista clasemediero limeño, eso no es suficiente. Y si, tal vez no lo sea; posiblemente se pudo hacer más. No obstante, si algo debemos tener claro después de leer el Plan de Gobierno de Gana Perú es que dicho proceso tendrá un brusco enfrentamiento con la realidad, duelo en el cual serán los más necesitados los que pierdan en el recuento posterior. Y eso es lo que lamento profundamente: se abrirán nuevamente las grietas de la desigualdad (que cayó de 0,54 a 0,48 entre el 2003 y el 2009 medido según el coeficiente de Gini), crecerá nuevamente la pobreza y volveremos a observar la ausencia de trabajo, de inversiones y el invariable retorno de los conflictos sociales producto de ello.
Pensemos en los peruanos, todos los peruanos, antes de verter nuestras conjeturas hepáticas en las urnas este 5 de Junio. Y salga quien salga, tendremos que ser vigilantes. 28 millones no podemos caer en la desgracia de revertir lo avanzado sin dar la pelea.
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