Si nada sorprendente ocurre en las próximas 5 semanas, Ollanta Humala Tasso será el proximo presidente del Perú. De ocurrir, muchos se preguntarán por qué ocurrió. Este es mi listado de razones.
Primero, porque el nacionalismo y sus asesores hicieron una buena campaña; eso es lo obvio. Pero esa campaña fue posible por motivos que valdría la pena recordar: cuando se juzga políticamente al fujimorismo, desde los noventas hasta la fecha, no sólo se argumenta contra las corruptelas y los delitos puntuales sino se aprovecha el espacio para denunciar al neoliberalismo como el ambiente propicio para esos crimenes. Como sabemos, en políitca no interesa la realidad sino la percepción de la misma. Dicho de otra manera: la izquierda –comunistas, progresistas, socialistas verdes, caviares y otras especies del mismo mensaje estatista y colectivista- ganó la batalla ideológica: en los medios, instituciones, grupos artísticos, incluso religiosos, el mensaje anticapitalista caló a tal punto que el peruano promedio no puede, aún frente a la data que lo sustenta, aceptar los beneficios del modelo que hemos practicado los últimos 20 años. Entonces, en un ambiente enrarizado, donde fujimorismo es sinónimo de corrupción y donde “neoliberalismo” es análogo a fujimorismo, pues por lógica el sistema actual es corrupto. Y si a ello sumamos unas cuantas mentirillas (“el modelo.. ha generado pobreza.. se han incrementado los niveles de desigualdad”, página 14 PdG Gana Perú), pues la cancha está delimitada para un personaje que ofrezca grandes cambios.
Segundo, porque las elites –empresariales, mediáticas e intelectuales- o no hicieron nada por apoyar el modelo o lo resquebrajaron adrede. Sea por convicciones ideológicas, o por sencilla apatía, pocas personas –contadas con una mano- se preocuparon de explicar, difundir y defender el modelo que, mal que bien, ha permitido el desarrollo sostenido de los últimos 20 años. Algún empresario dirá que esa no es su labor. Puede ser cierto; empero, en 5 años quisiera saber si sigue pensando lo mismo.
Tercero, porque –y está documentado- el modelo no se perfeccionó más allá de algunos ajustes cosméticos, permitiendo que las voces anti-sistema se mantengan a la ofensiva permanente en sus objetivos ideológicos. ¿Por qué no se realizaron los tan necesarios ajustes en cuanto a nuestra calidad institucional, la reforma del Estado, la desregulación absurda y la tan necesaria reforma laboral? ¿Por qué no hemos discutido la propiedad del subsuelo? ¿Por qué no se redujo la arbitrariedad burocrática y el peso excesivo del estado que permita mejorar los niveles de formalización? Algunos querrán añadir programas sociales y beneficios económicos (aumento del sueldo mínimo, etc) a la lista, sin embargo creo que ello es justamente en lo que no debimos de gastar –algunos le llaman “invertir”- en épocas de vacas gordas. Si hubiesen –la clase política con apoyo de las elites- profundizado las reformas, lo segundo no hubiese sido necesario sino un resultante natural del proceso.
Seguro habrán más razones, y muchos “culpables” a quien señalar, no obstante es sorprendente que después del susto del 2006 no hayamos aprendido la lección: estamos en una batalla ideológica, no todos están a favor del modelo, y lo que se busca es –justamente- la gran trasformación.
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