Curiosa manera, la de algunos, de ver el mundo que nos rodea.
Nos dicen que los medios periodísticos se encuentran a la merced de los grandes capitales, que la libertad de prensa no es legítima, ya que la misma no es sino la voz del dinero; empero, ¿desde dónde plantean sus letanías? ¿De medios informativos, verdad? Supongo que la coherencia no es una de las virtudes de estos pesimistas.
Desde sus inalcanzables posiciones morales nos cuentan que el individualismo desenfadado sólo puede brindarnos un futuro limitado, uno en el que los recursos naturales estén limitados y la maldición del progreso sea –justamente- el retroceso de lo avanzado; no obstante, los precios promedio de los bienes y servicios son cada día más accesibles para los de menores ingresos, razón por la cual la pobreza a nivel mundial cae consistentemente. ¿Por qué no es motivo de alegría para ellos? ¿No les parece notable que la pobreza se haya reducido en el Perú de 54% a 36%, y se pronostique 25% para el 2020? Habrá que presumir que ellos, con la data y los fundamentos, pues no se entienden.
Sustentan, recurrentemente, que el modelo no sirve, que es excluyente y que sólo enriquece a unos pocos. Ese cantar, por suerte, ya no cala por estos lares. En los últimos 20 años, desde que se iniciaron las reformas a comienzos de los noventas, han salido de la pobreza más de 5 millones de peruanos, compatriotas que ya no ven en la ecuación “le robo a Pedro para darle a Juan” una alternativa. De ahí que, sus propuestas “progresistas” no disfruten de un mayor caudal electoral.
El problema para los que creemos que un mundo mejor es posible, si seguimos ésta senda de progreso en la que nos encontramos, es que las reglas siguen siendo inestables. Nuestras instituciones, base fundamental para dar el próximo salto cualitativo y cuantitativo que tanto necesitamos para seguir reduciendo las brechas económicas, son endebles, perturbadas y descompuestas. Los señores del Tribunal Constitucional, por ejemplo, no creen en el modelo. No sólo no creen en él, sino que atentan directamente contra el mismo. De igual manera nuestros patriarcas en el legislativo. Ni qué decir de los ediles y regionales.
Así las cosas, tenemos a un presidente, recordado por sus descomedidos actos socialistas, ¡enarbolando las banderas del progreso!
Qué salerosa es la vida en estos parajes tropicales.
Nos dicen que los medios periodísticos se encuentran a la merced de los grandes capitales, que la libertad de prensa no es legítima, ya que la misma no es sino la voz del dinero; empero, ¿desde dónde plantean sus letanías? ¿De medios informativos, verdad? Supongo que la coherencia no es una de las virtudes de estos pesimistas.
Desde sus inalcanzables posiciones morales nos cuentan que el individualismo desenfadado sólo puede brindarnos un futuro limitado, uno en el que los recursos naturales estén limitados y la maldición del progreso sea –justamente- el retroceso de lo avanzado; no obstante, los precios promedio de los bienes y servicios son cada día más accesibles para los de menores ingresos, razón por la cual la pobreza a nivel mundial cae consistentemente. ¿Por qué no es motivo de alegría para ellos? ¿No les parece notable que la pobreza se haya reducido en el Perú de 54% a 36%, y se pronostique 25% para el 2020? Habrá que presumir que ellos, con la data y los fundamentos, pues no se entienden.
Sustentan, recurrentemente, que el modelo no sirve, que es excluyente y que sólo enriquece a unos pocos. Ese cantar, por suerte, ya no cala por estos lares. En los últimos 20 años, desde que se iniciaron las reformas a comienzos de los noventas, han salido de la pobreza más de 5 millones de peruanos, compatriotas que ya no ven en la ecuación “le robo a Pedro para darle a Juan” una alternativa. De ahí que, sus propuestas “progresistas” no disfruten de un mayor caudal electoral.
El problema para los que creemos que un mundo mejor es posible, si seguimos ésta senda de progreso en la que nos encontramos, es que las reglas siguen siendo inestables. Nuestras instituciones, base fundamental para dar el próximo salto cualitativo y cuantitativo que tanto necesitamos para seguir reduciendo las brechas económicas, son endebles, perturbadas y descompuestas. Los señores del Tribunal Constitucional, por ejemplo, no creen en el modelo. No sólo no creen en él, sino que atentan directamente contra el mismo. De igual manera nuestros patriarcas en el legislativo. Ni qué decir de los ediles y regionales.
Así las cosas, tenemos a un presidente, recordado por sus descomedidos actos socialistas, ¡enarbolando las banderas del progreso!
Qué salerosa es la vida en estos parajes tropicales.
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